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Good afternoon! Cate Blanchett talked with El Pais about and The Present. Enjoy!

EL DRAMATURGO Antón Chéjov sostenía que uno nunca debe colocar un rifle cargado en un escenario, a menos que vaya a ser disparado. Con Cate Blanchett (Melbourne, 1969) la explosión está asegurada, y será tan sutil o enfática como sea necesario. Implacable reina de Inglaterra en Elizabeth, inestable mujer de millonario encarcelado dispuesta a reinventarse en Blue Jasmine o seductora lesbiana en Carol, el pasado diciembre la actriz arrancó su debut en Broadway con una versión de la primera obra del dramaturgo ruso, en la que ha desplegado la misma apabullante fuerza interpretativa que la ha convertido en una intérprete icónica.

The Present (el presente) –la adaptación que ha hecho Andrew Upton, esposo de la actriz, de Platonov, una extraña obra de más de 300 páginas que nunca llegó a representarse en vida de Chéjov– cobra vida con una Blanchett que llora, ríe, patalea y se sube encima de una mesa a bailar a ritmo de punk. El desdén y la coquetería que su personaje, la arruinada viuda Anna Petrovna, muestra hacia los viejos amigos y admiradores invitados a su 40º cumpleaños dan paso a un memorable desbarre con vodka y dinamita. “Las obras de Chéjov pueden ser horribles de interpretar porque no hay lugar donde esconderse, tienes que estar ahí. Están escritas para compañías; cuanto más tiempo pasas con los actores, con los personajes y con la historia, más rica y profunda se vuelve la representación. Es como vivir con una familia, los personajes se tratan unos a otros de una forma brutal y al mismo tiempo con amabilidad, a veces en una misma frase”, explica en un hotel del Midtown neoyorquino, vestida con un impecable traje de chaqueta azul marino.

El día anterior Blanchett tuvo función doble, es decir, pasó cerca de seis horas subida al escenario con sus viejos amigos de la Sydney Theater Company, la compañía con la que ha trabajado desde hace dos décadas y que llegó a codirigir junto a su marido. Aún le quedaron fuerzas para acercarse a un cóctel con la prensa –parte del lanzamiento de Sì Rose Signature, una nueva variante del perfume de Armani del que es imagen desde hace años– y retirarse cuando uno de sus cuatro hijos pequeños vino a buscarla.

Al día siguiente, terrenal y real, su voz ronca y franca soltura añaden cierta ironía a su innegable carisma. A Blanchett te la crees no solo en la pantalla, sino en la media y corta distancia. No esquiva preguntas, no hay miradas nerviosas a su asistente ni silencios cortantes en la ronda de entrevistas. Y si tiene que puntualizar que, por ejemplo, su postura ante el machismo de la industria no ha cambiado tanto como las preguntas que la prensa plantea (“los periodistas ahora quieren hablar de esto, hemos estado mucho tiempo dormidos y las mujeres han funcionado bajo la confusa esperanza de que las estructuras patriarcales las premiarían al final, pero no ha sido así”), lo hace sin mostrarse brusca.

¿Cómo se definiría? “Es muy difícil ser objetiva sobre la personalidad de una misma y, si soy sincera, trato de pensar en ello lo menos posible. Pero me sentí muy honrada cuando el señor Armani me pidió que representara este perfume porque su trabajo conecta con una larga historia, con las aspiraciones y complejidades de ser mujer”, apunta. Añade que con uno de sus primeros sueldos se compró un traje del diseñador italiano que aún conserva.

No se corta al hablar de las convenciones teatrales en la meca neoyorquina: “Muchas de las cosas que llegan a Broadway son lo que llaman revivals, algo que encuentro muy extraño porque cada producción debe y tiene que ser original, de ese momento”, explica. La obra no es muy conocida y apenas ha sido representada. “Andrew ha actualizado el texto para que fuera más relevante, y habla del ascenso de Putin y de los oligarcas”. Ahora, el turbulento cambio de Administración en la Casa Blanca y las tormentas posteriores, a Blanchett la han pillado subida al escenario. “El público suele pensar que en un teatro desempeñan un papel pasivo, pero ellos completan el círculo, el significado del trabajo se transforma en función de la atmósfera que aportan y el cambio político ha traído mucho, ha hecho aflorar muchas cosas. Cosas que tienen que ver con el compromiso moral y con la fealdad del mundo”.

Blanchett habla de su lado intrépido, pero se quita importancia. “Trato de implicarme en tareas que están por encima de mis capacidades o de lo que yo pienso que soy capaz de hacer. Creo que soy aventurera, pero también estoy llena de miedo como cualquiera”, reflexiona. “Digo que sí siempre, intento abarcar más de lo que puedo digerir. Pero luego encuentras la manera de hacerlo e involucras a otra gente y se convierte en un sí más grande”. Podría sonar exagerado quizá, pero basta ver la impresionante obra de videoarte Manifesto, del artista Julian Rosefeldt, en la que Blanchett recita manifiestos artísticos (interpreta desde un vagabundo hasta un banquero, “no hubo tiempo para ensayar, lo rodamos del tirón en un día”), que se proyectó simultáneamente en 13 pantallas en la sala Armory de NY, para asentir a sus palabras. Al final, explica, interpretar es jugar en equipo: “Puedes hacer toda la preparación que quieras, pero si no respondes a lo que hacen los otros actores, la obra está muerta. Podría colar en las películas, pero no en el escenario. Alguien te tira una pelota y la tienes que lanzar de vuelta. Esa es la alegría, el gozo de cada función”. Y en este embrollo sus hijos no quedan fuera. “Les incomoda verme en el escenario. No les gusta que el personaje que interpreto lo pase mal”. Así que este invierno la esperaron en el camerino. “Cuando entro tengo que empezar a gritar: ‘¡Suelta el ipad!’, me cambio y salgo corriendo. Un caos”.

Armani release a new ad to celebrate Mother’s Day (internationally celbrated next Sunday). The photo isn’t new.

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